-¿Crees que se acordarán de nosotros? Le preguntó Ugalinda a Anatron. La
sensación le incomodaba, pues no recordaba haberla sentido nunca, pues cuando
embarcaron eran tan niños, que la ansiedad no les había alcanzado nunca.
-Imagino que sí, ellos siempre han tenido ese defecto, vivir en el pasado
y rememorarlo por siempre. Le respondió Anatron, con una linealidad en su
hablar que más bien parecía que era un robot el que hablaba. Ambos miraban a
las pantallas brillantes delante de ellos, mientras la velocidad de la nave iba
perdiendo fuerza a pesar de estar todavía a miles de Kilómetros de la tierra.
La sala de la nave rebosaba de Captados como Ugalinda y Anatron, de la
misma edad y todos expectantes a las pantallas. La contabilidad del tiempo se
había disipado desde que embarcaron, hacía ya mucho tiempo, tanto en años
terrestres como en el tiempo imperecedero por el que se regían desde que
llegaron al planeta Sincronio. Anatron
se mantenía impávido, aséptico a las emociones que podría albergar respecto a
la vuelta al planeta que lo vio nacer y quizá reencontrarse con sus Creadores,
o eso pensaba Ugalinda. Ella, sin embargo, intentó rememorar las caras de aquellos
que le dieron la vida, pero no lo conseguía, y volvió de nuevo la sensación de
incomodidad, que empezaba a ponerla nerviosa. Quizá no sea buena idea regresar,
pensó.
La idea se la plantearon a los Sincrones que se encargaron tanto de
captarlos aquél verano ya perdido en la memoria colectiva, como de instruirles
en la vida Sincronia y su percepción del tiempo. EL planeta Sincronio carecía
de pasado, algo que sucede cuando éste se remonta a tiempos tan remotos que es
imposible calcularlo de manera lógica y matemática.
Desde aquel verano en el que embarcaron en la Sincronio I, el tiempo
quedó relegado a un lugar donde nadie le prestaba atención, se les hizo extraño
en un primer momento, pero poco a poco comenzaron a acostumbrarse a la ausencia
de los parámetros temporales que siempre habían regido su vida en la Tierra.
Todos los Captados crecieron de manera aleatoria, y el modo de establecer quién
cumplía años era a través de los cambios corporales, los cuáles aún así, se
produjeron de manera diferente en unos y otros. Lo cierto es que todos cesaron
su desarrollo en el mismo momento. Las pruebas que les hacían los Sincrones en
las múltiples salas experimentales al
principio eran engorrosas, pero duraban poco y luego les permitían todo el
tiempo del mundo para jugar con todos, tanto Captados como Originarios. Era
divertido intentar jugar a juegos que paulatinamente comenzaron a olvidar, a
medida que esas pruebas hacían efecto. Unas veces crecían en una semana lo que deberían
haberlo hecho en un año, y luego, algunos, permanecían una larga temporada sin
que se produjese en ellos el mínimo cambio fisiológico. A ellos, en definitiva,
les traía sin cuidado, pues el tiempo era algo que no les preocupaba en
absoluto.
Hasta que los sueños de Ugalinda comenzaron a inquietarla. Soñaba con
caras que no reconocía o no recordaba, ya no estaba segura. Intentó contárselos
a Anatron, pero éste había escalado en la cadena de mando en el Planeta Sincronio,
y le era ajeno cualquier asunto que no incumbiese a sus tareas. Pero él sentía
una especial predilección por Ugalinda desde el primer día que se vieron en la
sala de Juegos de la Nave SIncronio I; Parecía que habían pasado siglos de
aquello. Intentaba restarle importancia a esos sueños estúpidos, pero Ugalinda
estaba inquieta y muy rara, por lo que Anatron aceptó ayudarla con tal de que
volviese a ser la de siempre, carente de las angustias terrenales de las que tanto les habían prevenido los
Profesores Sincrones.
Sentado a los mandos de la nave Sincronio II, y al ver el planeta
Tierra acercarse a lo lejos, Anatron empezó a sentir cierta angustia, hasta el
punto de estar tentado de dar la orden de volver a SIncronio, pero al mirar a
Ugalinda sintió y comprendió que lo haría todo por ella; No sabía que era
aquello que le estaba pasando, pero algo se había instalado en su estomago que
le inquietó y sedujo a partes iguales.
Los sincrones les disuadieron de llevar a cabo el trayecto; Trataron de
hacerles entender que quizá no fuesen capaces de comprender la intemporalidad
que suponía volver a su lugar de origen, pues el tiempo terrenal es siempre
retroactivo. Muchos Captados comenzaron a recordar soñando, no sólo Ugalinda.
Otros decían que soñaban con recuerdos, abrumados por sentir algo que no podían
controlar, e incluso entender. La iniciativa de Ugalinda les pareció una gran
idea, y la unanimidad de todos ellos fue suficiente para que los SIncrones les
permitiesen llevar a cabo el trayecto, no sin antes intentar, con poco éxito,
disuadirles de encarar lo que sus mentes no están preparadas.
En la sala de la Sincronio II donde se reunieron todos los Captados se
llenó de un alboroto creciente, a medida que el planeta Tierra se acercaba. Esa
emoción les abrumó a todos pues no la conocían, no estaban familiarizados con
una cantidad de emociones y sentimientos que, a medida que la nave avanzaba,
les invadían las entrañas. Anatron sudaba y Ugalinda le agarró la mano, él la
miró y ella le vio sonreír por primera vez en mucho tiempo, y pensó que se
estaban acercando a un nuevo día, a algo que tenían escondido en lo más
recóndito de sus mentes terrenales y racionales y que al salir a la superficie,
le invadía todos los sentidos.
La pelota azul y marrón estaba delante de sus narices, traspasaron la
zona gravitatoria de la tierra y dentro de la nave todos gritaban y se
abrazaban. Anatron y Ugalinda no se soltaron las manos. Las coordenadas
insertadas indicaban el mismo lugar donde habían sido recogidos. El retroceso
de la nave y la parada llenaron el lugar exterior que rodeaba a la nave de una
polvareda que se aupó envolviéndola, no dejando ver nada del exterior. Una vez
tomaron tierra, todos se arremolinaron en la compuerta de salida, dándose empujones
y abrazos; Algunos se besaban, se subían a hombros y súbitamente la compuerta
comenzó a descender con un sonido estruendoso. Ugalinda sintió un nudo en el
estomago, que no supo discernir que era exactamente, y se vio asiendo la mano
de Anatron con tanta fuerza que le costó soportar la presión.
Los primeros Captados saltaron la compuerta, sin poder esperar a su
apertura total, desapareciendo en el humo levantado por la nave; Una vez bajada
la compuerta completamente, el resto salieron en estampida, desapareciendo tras
la humareda. Anatron y Ugalinda comenzaron a dar pasos tímidos hacia el
exterior, cogidos de la mano e intentando respirar el aire terrestre con
normalidad, pero su angustia no se lo permitía del todo. Según bajaron la rampa
se sintieron muy cansados, no oían nada y a medida que el polvo se disipó, una
llanura seca y desértica apareció ante ellos, donde antaño se erguían bosques y
praderas verdes. Una vez pusieron los pies en el suelo de la superficie
terrestre el cansancio se acrecentó, su espalda se corvó y sus manos se
sintieron duras y huesudas. Alrededor de ellos sólo vieron polvo y huesos
mezclados con la tierra seca. Ugalinda se giró y observó el rostro de Anatron,
que la miró a su vez. Ambos rostros eran difícilmente reconocibles, las arrugas
surcaban lo que antaño fue el rostro del tiempo imperecedero, y los ojos cada
vez mas ocultos en las cuencas se miraron por última vez, sonrieron, y en un
acto de despedida, se abrazaron uniéndose al polvo de la Tierra.